Procrastinar es aplazar una tarea que teníamos intención de hacer y ese aplazamiento es voluntario e innecesario.
Hay diferentes motivos que nos pueden llevar a hacerlo que nada tienen que ver con la pereza o con ser vago/a. Las tareas que solemos aplazar son aquellas que pueden provocarnos emociones negativas y lo hacemos para evitarlas, por lo que la procrastinación está relacionada con la regulación emocional.
Todos y todas procrastinamos de vez en cuando, pero cuando se convierte en la estrategia habitual puede suponer un problema.
La procrastinación puede afectar a nuestra salud mental, ya que dificulta que consigamos nuestras metas y eso puede producir aumento del estrés y de la sintomatología ansiosa o depresiva. Y también afecta a nuestra salud física, por ejemplo cuando dejamos para otro momento los cambios saludables que habíamos dicho que queríamos hacer. De hecho, hay estudios (Sirois, 2015) que incluso encontraron que las personas que procrastinaban de manera crónica tenían más posibilidad de tener mala salud cardiovascular.
La manera de hacerle frente pasa por la autocompasión, el perdón y el trabajo en regulación emocional.
Si necesitas ayuda, no dudes en acudir a un/a profesional. ¡No lo dejes para más tarde!